Pete Souza, el increíble y talentoso fotógrafo oficial de la Casa Blanca, asignado por Obama para que lo acompañe durante sus dos mandatos, logró inmortalizar una imagen que llega a lo más profundo del corazón de quienes hoy, sienten que también dejan atrás el lugar al que solíamos llamar hogar.

Mientras el helicóptero presidencial se alejaba lentamente de la Casa Blanca, donde habían vivido durante los últimos 8 años, Obama miraba a través de la ventana, dejando atrás aquel sitio que fue testigo de grandes momentos que quedarán marcados en la historia de este país. Esa misma casa que vio crecer a sus hijas, hoy queda en manos de otra familia, porque así lo dispone la tradición y el ejercicio democrático de un país que siempre ha sido un ejemplo en estas cuestiones.

Es imposible evitar emocionarse al contemplar una imagen que evidencia con tanta perfección, el nostálgico momento del adiós. Si de algo sabemos nosotros, los inmigrantes, es de esas despedidas crueles. De esos últimos abrazos que te rompen el alma, del recuerdo latente de aquel lugar al que alguna vez llamamos hogar. ¿Cómo no sentirse parte de la despedida de Obama? Hoy todos nosotros nos despedimos también, quizás con un cierto grado de agradecimiento desmesurado, propagado a través del sentimiento que provoca el futuro incierto y poco alentador que nos tocará vivir.
Hoy, millones de familias, no festejan la llegada de un nuevo presidente. Lo que para muchos es un día de bienvenidas, para nosotros es un «adiós», pero con la esperanza de que se trate simplemente de un «hasta luego».